Al finalizar la procesión por las calles, La Virgen es situada a la entrada del Templo Parroquial, comenzando así la esperada Romería de Las Marías.
De una fiesta votiva, de una promesa popular, surge entonces, una romería singular y solemne. Y quien participe en la misma, bien como romero, bien como visitante, se fascinará al instante por la canariedad, el tipismo, el decoro y el respeto por las tradiciones que envuelven a este celebrado evento, donde de forma exclusiva se rinde pleitesía a la Virgen, sin corporaciones ni personalidades públicas que mengüen o desvíen esta histórica tradición popular.
Justo al pasar el último carruaje delante de la Virgen, se produce su retorno al interior del Santuario, acompañada por los mayordomos que agrupados entran simultáneamente, mientras que numerosos romeros loan a Nuestra Señora y se estremece el Templo con el estrépito y fragor de los bucios y las caracolas. En ocasiones, por parte de los mayordomos, se recuerda a viva voz a algún mayordomo o persona fuertemente vinculada a la Fiesta y que haya fallecido recientemente. Finaliza la Romería y la Fiesta de las Marías con une evento de gran tradición popular, bien sea una trilla, una luchada, una pelea de carneros, etcétera.