La actual Bajada de La Rama repite el trayecto que originalmente hicieron los campesinos de las Medianías y Altos guienses, junto con campesinos de Gáldar y Moya, para suplicar juntos a la Virgen de Guía el final de la tan terrible plaga de langostas que asolaba sus campos. Reunidos todos en la Montaña de Vergara, descendieron juntos jaleando ramas, tronando sus bucios, golpeando sus tambores, ollas y cacerolas, junto a hogueras que hacían los vecinos para, entre todo este estruendo, espantar a las ansiosas langostas. Al llegar al templo parroquial de Santa María de Guía, rogaron y suplicaron a la Virgen que pusiese fin a tan pavoroso desastre. Ante tan humilde y sincera petición, la Virgen provocó la lluvia, y con ésta, llegó el anhelado final de tan terrible catástrofe; el ruego y la súplica, se convirtió en franca gratitud y, de esta manera, nació la promesa perpetua de bajar cada año desde Vergara hasta la Iglesia matriz a ofrecer con alegría y regocijo, y como tributo de sincero reconocimiento hacia Nuestra Señora de Guía, los frutos de sus trabajos y afanes.

Para revivir tan bonita costumbre, quienes participan en este histórico reconocimiento, bajan cada año desde la Montaña de Vergara portando:

Un ramo de árbol (pino o eucalipto principalmente). Se procura adornar de flores (poleo, incienso, hinojos, etcétera) y frutos del país (pimientos, zanahorias, uvas…)

Caracolas o bucios, instrumento tan típico de esta fiesta, que haciéndolos sonar rememoran de esta manera aquella práctica histórica que se realizaba para espantar a la tan temible langosta.

Tambores o cajas de guerra que tan rítmica marcha introducen en la bajada y que fueron empleados, al igual que las caracolas, para espantar a la cigarra.

Finalizada la bajada de la Rama, comienza en la plaza grande el Festival de Folclore donde suelen actuar numerosas rondallas y agrupaciones folclóricas de las islas.